29 de enero de 2013

Ahora que ya no somos jóvenes

Hace algunos días, por parte del Ministerio de Empleo, se dio a conocer una medida muy interesante para emprendedores, una tarifa plana reducida de cotización, que viene muy bien a personas, que como servidor, tienen su pequeño proyecto empresarial.
Lo cierto es que ilusiona contar con ayuda gubernamental para echar a andar, especialmente en tiempos en que la demanda de servicios es escasa. Lo que dicho de otro modo viene a ser que hay muchas empresas que dan muchos servicios, pero no hay dinero ni para comprar una escoba, en palabras de un tertuliano de radio. Pero toda ilusión se desmorona al caer en conciencia que ya no somos jóvenes.
Después de treinta años escuchando que somos la revolución, como decía Pedro Poveda, que somos el porvenir de la nación, el futuro de la sociedad; resulta que ya pasó el tiempo. Ahora que hay ganas e ideas, ahora que es el momento de aprovechar la disyuntiva que provoca una crisis, de las que siempre se sale reforzado. Ahora se tropieza con una esperada realidad. Ya no somos jóvenes.
Entonces ¿que queda? Pues queda la fuerza de voluntad y la esperanza en las propias fuerzas. Ahora que ya no somos jóvenes, sólo queda luchar por uno mismo. Ha llegado la hora tan anunciada por los padres y mayores, cuando seas padre comerás huevos. Pues a comer huevos, porque para el Estado, ya somos mayores. No importa que el depreciado mercado laboral empuje a los emprendedores hacia el autoempleo, porque aquel que durante los años de bonanza aprendió y se formó, y que ahora puede emprender su propio camino, debe reconocer que está solo. Solo consigo mismo y su mismidad. Y no obstante no decaer.
Ahora que ya no somos jóvenes, es el momento de hacernos notar como mayores, y eso, jóvenes, parece que será un trabajo que habrá que hacer sin ayuda pero con fuerza de voluntad y convicción.

1 comentario: