11 de marzo de 2013

Juan en el misterio de Cristo y de la Iglesia II


Segunda entrega de la serie «Juan en el misterio de Cristo y de la Iglesia» que estoy publicando con motivo del tiempo litúrgico de la Cuaresma. Artículos para reflexionar y colaborar en el acercamiento a Dios.
Anteriormente, en una primera entrega, hice una exposición de la primera aparición de Juan en las Escrituras, concretamente en la Vocación de San Juan. A continuación prosigue la serie con el segundo pasaje en el que aparece Juan en el Testamento.

La petición de los hijos de Zebedeo

La segunda vez que cronológicamente aparece la figura de Juan en los Evangelios es en el pasaje conocido como «La petición de los hijos de Zebedeo». Dos versiones se pueden encontrar en las Escrituras de este mismo acontecimiento.
El evangelista San Mateo (Mt. 20, 20-23) pone la petición de gloria en boca de la madre de los apóstoles.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: « ¿Qué quieres?» Le dijo ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: « ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Le dicen: «Sí, podemos». Le respondió: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
En la versión escrita por el evangelista San Marcos (Mc. 10 35-40) no es la madre la que hace la petición, sino los hijos los que piden sentarse junto al Mesías en la gloria.
Una de las ideas que arroja el pasaje es que no solo los apóstoles, sino también sus familias se convirtieron a la Buena Nueva que transmitía Jesús. El mensaje que predicaba calaba en personas de todo género y condición. Es una verdad que unifica a la familia. No ocurre como en movimientos sectarios, de ahora y de entonces, en que el individuo es separado de sus seres queridos, sino que por el contrario la familia sigue también al Maestro, aceptando su llamada y mensaje.
Aunque la petición en los textos la proclaman diferentes personas según los autores, la respuesta de Jesús es común para ambas versiones. Cristo se sabe Dios, pero al mismo tiempo reconoce la persona divina del Padre. Cristo es quien da las pautas de comportamiento, quien guía a la comunidad, pero corresponde al Padre Dios el examen de la voluntad de las personas. Cristo es el Mesías, el mensajero. La labor de Jesús en el mundo es transmitir la Buena Nueva, revelar la salvación que se concede al género humano.
Utilizando la metáfora jurídica, Jesús es el letrado que intercede por el cliente y transmite las normas, asesora para alcanzar la salvación, pero el veredicto no le corresponde.
La salvación ha sido revelada a la humanidad durante decenas de siglos a través de los profetas. Dirá Jesús en otro pasaje que él no viene a desprestigiar a Moisés, la figura legislativa de Israel, sino a ocupar su cátedra. Jesús no trae nuevas normas, sino que revalida las que Dios ha transmitido a la humanidad y que están recogidas en las Sagradas Escrituras. Corresponde a cada cuál favorecer su salvación con los instrumentos morales que se nos ha dado.

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