18 de febrero de 2014

El redactor y la araña

El redactor y la araña podría ser el título de una fábula en la que la propia araña podría ser redactora, tejiendo y entretejiendo su tela para cazar a su inocente presa. Pero no. El título El redactor y la araña obedece a una realidad con la que me encuentro cada día en mi labor de redactor de textos, como servicio de La Sastrería. Así que el redactor soy yo y la araña es la que me ayuda a crear una trama de vínculos que atraen a la presa más deseada de todos los que tienen una página web: a los buscadores. Estos delicados entes pasean de flor en flor y hacen las visitas fluyan como la miel en un panal o que la página se hunda y las arañas se adueñen de ella como una habitación abandonada. El secreto está en saber utilizar a la araña…

La araña del redactor

La araña es mi propio animalito para hacerme hueco en Internet. De todos es sabido que los buscadores (hablemos claro: Google) cuenta con su particular zoológico de animalitos que se ocupan de posicionar las páginas a su antojo. El panda y el pingüino son las invenciones de los californianos que traen de cabeza a los responsables de páginas web. A estos animalitos virtuales, algoritmos de lectura, le gustan las páginas en las que las palabras clave se repiten un número de veces, están identificadas de una determinada manera y los vínculos apuntan a donde ellos gustan.


Son precisamente los vínculos uno de los apartados que como redactor menos puedo utilizar, puesto que depende de los responsables de las web, pero son lo que le gusta a los buscadores. Y es que en mi labor de redactor de textos muchas veces me tengo que plantear para quién escribo: para Google o para lectores. Desde que decidí ser redactor de textos he confeccionado en mi taller de La Sastrería centenares de artículos que abundan por doquier en Internet, de multitud de temáticas, muchos de ellos entrelazados. Como es el caso de este documento. Aquí he incluido varios enlaces, unos a este mismo blog, Más vale pluma que espada, y otros externos. Si pudiéramos abstraernos y pensar en cada enlace como una línea que une la palabra con el destino tendríamos una intrincada tela de araña, la tela de araña que tiene que tejer el redactor. Esto es lo que le gusta a los buscadores, pero para el lector se hace ridículamente inútil seguir uno y otro vínculo, puesto que pierde el hilo de lo que se escribe.

Como redactor la experiencia me ha enseñado que los vínculos, la tela de araña, son útiles para llamar la atención de los buscadores, pero ralentizan y entorpecen al lector. Por lo que crear una tela de araña debe ser una cuidadosa tarea que hay que hacer hilvanando palabra a palabra y enlace a enlace, como hace el redactor de textos de La Sastrería

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