3 de febrero de 2014

Mamá, quiero ser redactor

A todos nos han hecho de pequeños la pregunta de rigor: ¿Tú que quieres ser de mayor? Desde luego yo no decía que quería ser redactor, entre otras cosas porque mi conocimiento distaba mucho de albergar siquiera esa palabra. A la cuestión repetida una y otra vez mi respuesta era lo que me había inculcado mi padre: “Yo quiero ser arquitecto”. Pero tampoco hay que llevarse a engaño. Para cuando supe la función de un arquitecto ya había decidido que mi futuro tendría poco que ver con la construcción de edificios. 


Cabe decir que mis vocaciones laborales se han ido sucediendo como pasos en un camino. Quienes me conocen saben que mi currículo tiene casi más grueso el apartado de formación que el de experiencia. Pero por fin parece que he encontrado un hueco en el mercado laboral. Una afición convertida en profesión. Aquello que algunos dirían: “Encima me pagan por ir a trabajar”. Pues sí, a mí me pagan por hacer lo que me gusta: redactor de textos para Internet y prensa. 

Desde que tengo uso de razón me he sabido expresar y hacer valer mi opinión mejor con la pluma estilográfica que con la voz, y mucho más que con la espada. De ahí surgió la idea de crear el blog Más vale pluma que espada. Un lugar que me sirve de atrio a quién quiera saber de lo que escriben mis dedos. Un blog que provocó que diese el paso decisivo: ser redactor. 

Las palabras pueden hacer tanto daño como las espadas, pero también sanan como la medicina. Este lenguaje, que nos distancia de los animales, es para mí una razón de ser. En mi haber siempre hay un libro cercano. Hojas marcadas con un doblez en la esquina. Cuadernos con apuntes... Lo propio de un redactor. Ideas que se conciben en la mente y al dar a luz rompen el blanco inmaculado del papel, para ser capaces de comunicar un sentimiento, una opinión o, las más de las veces, una imagen. Ese es el trabajo de un redactor: traducir a una imagen lo que no son más que trazos en un folio.

En estos días cumplo un año desde que comencé a escribir en el blog y realicé mis primeros trabajos remunerados como redactor. Antes lo había hecho en alguna colaboración esporádica. Aunque mi primera vez tuve la suerte del principiante. El primer texto que escribí para publicarlo lo mandé al director del diario El País, con ocasión de uno de los atentados de ETA. Se titulaba “Perdón por existir” y se publicó el 10 de mayo de 2000. Me desvirgué literariamente hablando y entonces decidí que quería ser redactor. Aunque aún mis pasos me llevarían, todavía, por otras sendas.

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