17 de noviembre de 2014

Las imperdonables faltas de ortografía de un redactor

Leer un texto y encontrar faltas de ortografía dice poco a favor de su autor. Los errores ortográficos son propios de quienes cada día nos ocupamos de suministrar textos para páginas web, blogs y marketing de contenido. Mi labor de redactor no está exenta de esa pena y en más de una ocasión al leer los textos una vez publicados en sus correspondientes páginas web he detectado errores ortográficos que me avergüenzan.


Desde que tengo conciencia un error que cometo asiduamente es incorporar la “h” a la preposición “a”, convirtiéndola en una conjunción del verbo “haber”. Hablado no tiene mayor importancia, pero la “hache” en la escritura cambia sensiblemente el significado de la palabra en la que se integra. A pesar de que sumo varios millares de textos entregados para aportar contenido a blogs y web de toda índole, sigo traicionándome a mí mismo con ese error que no consiguo eliminar completamente. Para evitarlo decidí hace unos años someter todos mis textos a dos correctores ortográficos, los que me permiten detectar en muchas ocasiones la falta antes de enviarle el texto al cliente. Si bien, en otras ocasiones se escabulle entre las palabras y pasa desapercibido. La labor de redactor me lleva a leer una o dos veces cada texto que entrego, apreciando en muchas ocasiones faltas gramaticales y ortográficas que corrijo con presteza, sin embargo, alguna vez se cuela alguna.


Cuando publicito la labor de redactor de textos que desarrollamos en La Sastrería específico que una de las características de nuestro trabajo, del que me hago responsable, es tener una “cuidada ortografía y gramática”. A pesar de ser un experimentado redactor de textos con una amplia “libreta de servicios” es posible que cometa alguna falta, por lo que no cabe decir que mis textos sean impolutos, estaría de más, pero sí que en todo lo que me es posible me ocupo de cuidar la ortografía y la gramática.

La parrafada que hoy traigo al blog viene a cuento de que alguien que quería ser mi cliente llamó mi atención sobre una falta de ortografía, la típica que he comentado anteriormente, localizada en uno de los textos de este blog. Bien es cierto que deberían ser estos textos de exquisita pulcritud ortográfica, si bien el hecho de escribir los artículos al final de la jornada laboral y el considerarlos obras propias dedicadas a mi propio blog me hace prescindir las más de las veces de los correctores ortográficos que sí utilizo para el resto de textos. El cliente finalmente asumió que todos cometemos errores y contrató conmigo los servicios de suministro de textos para su página web, aceptando también que como redactor puedo ser bueno, pero no perfecto.

Toda esta reflexión, que sumo a otras anteriores publicadas en “Más vale pluma que espada”, me lleva al mismo tiempo a pensar que esa falta de ortografía característica que alguna vez se cuela en algún texto (de tarde en tarde, también hay que decirlo) podría ser como la firma de los canteros de antiguas catedrales. Un sello identificativo de que ese artículo ha salido de los talleres artesanales de La Sastrería.

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