29 de julio de 2014

Reflexiones de un redactor desde la biblioteca del baño

Mi trabajo de redactor de textos me lleva a leer cada día varias horas para estar informado sobre lo que escribo. A veces dedico más tiempo a leer sobre un tema que escribir el texto que me ha encargado el cliente. Y esto tiene un precio. No me refiero a cuánto cuesta el trabajo de un redactor de textos, sino al precio personal que pago. Afortunadamente varios clientes más han confiado sus blogs a La Sastrería en el último mes, llegando a duplicar el número de artículos que venía escribiendo. Lo que supone que tengo que dedicar más tiempo para leer y me queda menos tiempo para mí. Consecuencia directa: ahora no leo libros.


Ya no me siento en el sofá o en el sillón del patio y me paso una o dos horas con un libro en las manos desgranando los secretos de las mentes criminales de mis queridas novelas negras. Ahora, cuando termino de trabajar, cojo la bicicleta y me voy dar un paseo para despejarme un rato de mi inseparable amigo, el ordenador portátil (debería ponerle un nombre).

Sin embargo, hay un hueco en el día, entre redacción y redacción de textos, en el que aprovecho para leer, y hacer otras cosas. El baño se ha convertido en mi rincón de lectura en los últimos días. Revistas y algún libro divertido hacen de la pequeña biblioteca del baño un reducto de lectura de placer, muy diferente de las sesiones de lectura del trabajo de redactor.

Este verano, durante el periodo vacacional que nos tomaremos los redactores de La Sastrería, quiero retomar mi afición a la lectura. Y creo que ya sé a qué género le voy a atacar. Cansado de leer noticias nada agradables me apetece algo divertido, historietas como las que encuentro en los cómics, especialmente en los que salen de las incansables manos del maestro Ibáñez. Este verano me voy de vacaciones con Mortadelo y Filemón, ahora que los tebeos vuelven a estar de moda. Así iré incrementando la biblioteca del baño.


 La Sastrería. Servicio profesional de redacción, corrección y traducción.

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